EL LABERINTO DEL TONTO

- EUSKADI.-Ibarretxe dice que no da por roto ni el proceso de paz ni el diálogo político y pide "menos orgullo y más generosidad" Cree que "confundiendo la violencia con la solución del conflicto político, no avanzaremos" y llama a la implicación ciudadana VITORIA, 1 (EUROPA PRESS) El lehendakari, Juan José Ibarretxe, aseguró ayer que ni él ni su Gobierno dan por roto el proceso de paz ni el diálogo político "para encontrar soluciones" y aseguró que, aunque la única responsable de lo sucedido el sábado es ETA, es preciso "menos orgullo y más dosis de generosidad" por parte de "todos" en un proceso de esta naturaleza. -
A nadie se le escapa que siempre ha habido, hay y habrá tontos con los que no nos queda más remedio que convivir. No me refiero a lo que, cruélmente, se denominaba "el tonto del pueblo" refiriéndose a una persona con alguna enfermedad que le hacía diferente de los demás sirviendo de mofa para los patanes locales. Al que yo me refiero no le aqueja ninguna afección ni discapacidad sino que es tonto "per se", por antonomasia, "por cojones" vamos.
Tontos los hay de distintos tipos, graduaciones y categorías. Hay gente que nace más tonta y nace con ruedas. Una especie de tonto es el "tonto endogámico". Es aquél que se regodea en su propia estupidez y exige a los demás que comulguen con ella, que se impliquen en la idiotez, como si sus gilipolleces fueran dogmas de fé. Los problemas vienen cuando el tonto cree que se le da una vez la razón, aunque sea a medias, entonces date por jodido. Las tonterías irán en aumento y cada nueva imbecilidad que se le ocurra será más surrealista. El tonto es además necio, y como se le haya ocurrido la memez más absurda, como un gran "plan", por ejemplo, y éste sea rechazado una vez, va a estar metiéndote su "genialidad" por las narices a la mínima que te descuides. El afán protagónico del tonto no tiene límites y pretende llevar las riendas de todo aunque nadie le haya dado vela en el sepelio, alardeando además de infinita generosidad con lo que no es suyo.
El peligro que tienen estos subnormales profundos (que nada tienen que ver con los aquejados por discapacidades de cualquier tipo) es que, de tanto repetir sus boberías, no sólo se las acaban creyendo ellos mismos sino que convencen a más gente y ahí es cuando se puede producir la epidemia de "Gilipollez supina". El mal puede convertirse en endémico y, a algunos de los tontos contagiados se les complica la "enfermedad" con la hijoputez congénita que tenían de antemano, ocurriéndoseles, para defender sus "idioteces", hacer burradas que maldita la gracia que tienen.

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