LA TABERNA DE LA TROLA.- Las causas de Miguelín.


Lo primero que es Miguel, el gerente del apeadero de Renfe, es buena persona. Gente buena de la que abunda poco o no se nota que abunde.

Son muchas sus virtudes, infinidad de ellas pero entre todas está su preocupación por todo lo que ocurre a su alrededor, sea o no de importancia, aunque para él, cuando se pone, puede tener toda la importancia del mundo.

De este interés por el entorno suele hacer partícipe a Julio utilizando para ello su fabulosa frase inicial, que ya figura como latiguillo habitual o frase del ritual del templo tabernícola. “Mira a ver, Julio…”

“Mira a ver, Julio, que están picando ahí en la calle y están haciendo una zanja de la leche”. A Julio, que bastante tiene con lo suyo, bastante floja se la traen las obras públicas, mientras no salpiquen.

Otro día, hojeando el periódico regional, vio un pequeño anuncio al final de una página. “Mira a ver, Julio, que han abierto una sidrería en La Florida…”. “Vale, Miguel, vale, mira que abrir una sidrería en La Florida”.

Cuando recientemente estuvo instalado en La Mayacina un pequeño Circo, “Mira a ver si te dan invitaciones los del Circo… Julio… que son muy caras.”. “Vale, Miguelín, vale, si viene alguien del Circo y me da invitaciones, las primeras son “pa” ti”.

Aún estando el citado espectáculo instalado, ambos, Julio y Miguel, se dirigieron al tanatorio a dar un pésame por el deceso de un conocido común, “voy a un fúnebre”, que dice Miguel. Al volver aparcaron en La Mayacina y atravesaron la misma junto al circo, en dirección al establecimiento. Andaba Julio ensimismado en sus cosas resignado al recorrido pedestre cuando la voz de Miguelín le sobresaltó. “Mira a ver Julio ese camión como tiene la rueda esa. Ese no pasa la ITV ni de coña, y eso por este “lao” que si damos la vuelta seguro que las otras están igual… o peor.” Fue sonado el mal estado de los neumáticos del trailer circense, casi más que los maltratados neumáticos amañados de Alonso.

Esta manía, como podrán suponer, es motivo de cachondeíto y sorna por parte de la parroquia y del oficiante, pero Miguel sigue en sus trece, ignorando las chanzas o haciendo que las ignora.

En otra ocasión fue Julio el que, leyendo el rotativo, encontró un anuncio en el que se reclamaba personal de limpieza para otro establecimiento hostelero. Julio, como era de esperar, no perdió un segundo “Mira a ver, Miguelín que ahí necesitan alguien de limpieza”. “Ya se lo dije yo a Isabel esta mañana cuando tomé café”. Cuando Julio iba Miguel ya volvía, que por eso trabaja para Renfe.

Miguel sentó cátedra y ahora se oye en La Taberna “Mira a ver” a todas horas, esté o no el dueño de los derechos de autor. Si Miguel fuera el Quijote de verdad diría a Sancho “Mira a ver, amigo Sancho, como tenemos a esos gigantes revueltos”. Y si fuera Sancho, que también le va el papel contestaría “Mire a ver, Vuesa Merced, que van a ser molinos…”.

Y la expresión universal, por qué no aplicarla a la política. Por qué no decirle a “Z”, “mira a ver, “Z” que la leche y el pan están por las nubes”. “Mira a ver, Mariano, que tienes el gallinero revuelto y tú con la banderita”. “Mira a ver, mira a ver”.

Miren a ver, si tienen ocasión, y pasan por aquí que el buen rato, siendo de mente abierta, está casi, casi, garantizado.

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