HUELVA

Yo también soy padre como ese pastor protestante de Huelva.
Soy padre pero tengo una carencia. El talante demostrado, ante las cámaras hambrientas de sufrimiento, por ese hombre yo no lo tengo. No sé lo que haría, lo que querría hacer, lo que pediría. Puede que justicia pero qué justicia. En qué grado satisfaría la ley mis pretensiones. ¿Será suficiente el castigo?, ¿conseguirá reinsertarse en una sociedad en que los niños existen?, ¿quién tiene la culpa última y quién debe pagar?. O ¿nadie debe pagar sino reeducarse?. ¿Volvería a hacerlo?. ¿Quién paliaría la amputación en la que consiste la muerte de un hijo?.
Sentiría quizá una necesidad imperiosa de abrir en canal al cerdo y arrojar sus vísceras a los cuervos para contemplar como se atiborraban de carroña.
Quizá me consolara la venganza, la catársis primitiva de lobo hombre, quizá disfrutara con la escena, o quizá no.
Quizá no fuera capaz de hacerlo, quizá el dolor bloqueara toda voluntad, quizá muriera en vida o en muerte con una pregunta eterna.
¿Por qué?.

1 comentario :

Un Oyente de Federico dijo...

Nadie se repone nunca de la muerte de un hijo. La naturaleza no contempla ningun protocolo de secreción de endorfinas, que palien ese dolor.
Estamos geneticamente programados para soportar el ver morir a nuestros padres, a nuestra pareja e incluso a soportar nuestra propia muerte. Pero la de un hijo no.

Tambien me ha admirado, la entereza de ese padre. Quiza su meditada fe, le procure un aporte extra de endorfinas, que no tenemos los “laicos”.

El dolor, no mengua por la edad del hijo. Tengo una hija mayor y me aterroriza su perdida tanto como cuando ella tenía 5 años. Y me dolería lo mismo si se suicida, la mata una enfermedad, un violador, un nazi o un redskin, una atentado etarra o musulmán, un misil de Bush o un suicida palestino o el Dr Montes.

No me consolaría, el que condenaran a muerte al asesino, ni la cadena perpetua.
Pero tendría algo de consuelo si lo mato yo mismo.

Por eso prefiero que sea el estado el que se ocupe de impartir justicia. Siempre será más clemente que yo.
No quiero vivir en una sociedad que se rija por el “ojo por ojo y diente por diente”.

Pero, como hombre, querría estar dotado de la entereza y dignidad de ese padre.