Sí,
ví la luz
del fondo de tu cuenca,
refractada,
irisada,
tras el azul de tu pupila limpia,
de torrente de abril.
Oí,
sentí el grave aterciopelado
de tu voz de marea baja
a oleadas mojando
mi cuerpo aterido.
No gusté,
ni tacté
en la vigilia,
mas sí en el sueño
del imposible vedado.
Por qué el hallazgo,
hoy,
a destiempo imprudente.
Por qué hay ansias
de ida y vuelta.
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