BETANCOURT

Ingrid sonríe,
aún teñida de selva,
de horror de palma,
luciendo a chorro
en los aeropuertos.
Seis años
entre paréntesis de absurdo
y punto y aparte.
No se percibe
la mengüa
pues la medra
el orgullo.
El trofeo de la mezquina hueste
de traficantes sicarios,
cercanos amigos
de los míseros de esta orilla,
es libre en un país de plomo.
País de ballenato
bailado a bala,
a ráfaga militar,
paramilitar,
revolucionaria
y narcótraficada.
Convencida de muerte,
salpicando vida,
Ingrid sonríe
y brilla,
aún velada de sombras,
arrancada a fusil
del averno verde.
 

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