ACENTUANDO.

Hace cierto tiempo que mi hija me dijo que hablaba al revés, al igual que mi santa madre. Se refería la criaturita a mi acento extremeño, algo descafeinado por los años y el vagar geográfico.
El caso es que mi niña, que le sale un acento y unas expresiones del Mieres profundo, pensaba que como ella hablaba, en "asturianu", era hablar correctamente y lo mío era "hablar mal". Y mi hija no es del PP, lo aseguro, es más, cuando me ve de traje para algún evento que lo requiera, dígase un bodorrio o similar, me dice que me parezco a Zapatero, lo cual, viendo la percha del presidente, no sabe uno como tomárselo.
Y es que los acentos confunden y, en más de una ocasión, sirven de mofa y muletilla para el chiste y la jerigonza entre comunidades autónomas. Como siempre, unas contra otras, que es lo que nos gusta.
Chistes de gallegos, catalanes, andaluces, de Lepe, de guipuzcoanos y vizcaínos, etc., etc.
Pero, identidades lingüísticas aparte, se tenga el acento que se tenga, todos podemos entendernos. En el caso de que sepamos expresarnos, con deje o sin él, y que la expresión tenga un contenido.
Maleni, cuando habla sube el pan, si no se cae alguna obra o túnel o se atasca la red de carreteras todas a una.
Pero Zp cree en ella, como en una santa milagrera, y renueva sus votos y exvotos para que obre el milagro de la infraestructura moderna.
Y, a lo mejor, es capaz de hacerlo, aún con algún que otro tropezón en los socavones, pero que no explique lo que hace, por favor, que no lo explique que acojona, y no por su bello acento andaluz, sino porque no sabe explicarse y, además, no le gusta dar explicaciones y se cabrea, y entonces la caga aun más si cabe pues, aparte de no ser maestra de oratoria, rebosa soberbia sureña.
 

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