COMIENZA LA INDIGESTIÓN

Estoy empachado, mi metabolismo está cambiando y creo que puedo llegar a mutar.
Tanto faisán no puede ser bueno y mucho menos acompañado de guarnición de actas caramelizadas a lo PedroJota.
El menú acostumbrado en fechas preelectorales, mezquindad, infamia y mucha mala leche.
El tema del que no se debería hablar, del que nunca se debió hablar salvo en círculos confidenciales, tal y como hacen los países serios, vuelve a ser bandera y barricada para arañar votos a base de encender pasiones.
Las cosas no se hicieron bien, nunca se hicieron bien, en ningún gobierno se llegó a ningún resultado favorable.
Ahora, que parece que todo va mejor, volvemos a salpicar mierda, la misma mierda en la que todos se emporcaron en su día porque, como todos, creyeron que era necesario emporcarse.
Mientras tanto la mierda flota y se vanagloria de saberse protagonista.





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TRABAJO EL MAL

Cadáveres indigentes, ricos en larvas, atónitos por el cambio de condición propiciado por homólogos esquizofrénicos.
Niños vejando niños para publicar orgullo de crueldad en redes sociales.
Copas y sustancias festivas degenerando en paliza gratuíta en sorteo de viernes noche.
Adolescentes abusando de adolescentes como reafirmación de la bestia adulta que les crece dentro.
Enfermos del mal de vida que huyen de ella a salto de puente.
Amores amoratados de mal amor.
Étnicos moños acechando ancianas con bolso alimentado de sobre preñado de breve pensión.
Trabajo el mal, ese es mi andamio, pero no tengo el exorcismo.