ME ALEGRO

Sí, yo sentí el aliento de la serpiente.

La esperaba a la vuelta de cualquier esquina, al subir a mi coche, en mi vida profesional y en la privada.

Como muchos otros que lo cuentan y los que no pudieron contarlo. Los que enterramos, que fueron muchos, siempre son demasiados. Y enterré lo cercano, la amistad más fraternal que me dio esta vida puñetera y corta, tempestuosa que uno ha vivido, a veces por el azar y muchas veces por errores propios y voluntarios.

Ahora se acaba, parece que sí, que se acaba, como era de esperar dado el contexto. Seguirá la mezquindad, el discurso falso de la historia inventada, el fascismo vil, étnico e intolerante, pero no habrá sombra de balas contra las nucas discrepantes, que no es poco.

Me alegro, desde el recuerdo amargo, me alegro. No merecemos tal castigo en una sociedad tan castigada, tan cainita y adobada en sangre de hermano en tantas ocasiones.

Me alegro, miro atrás y respiro preguntándome por qué tuvieron que quedar tantos en el camino.

Por el pasado oscuro, plomizo de gris fúnebre, por las banderas envolviendo promesas rotas, por los toques de oración macerados en lágrima amiga, por el futuro, por la sangre que no se derramará y no tendrá que secarse en serrín de memoria breve e infame.

Por todo eso, me alegro, de verdad.

 

 

 

 

 

                                                                                                                                                      

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